La media y las redes, por su parte, se han convertido en promotores del odio, la libertad de expresión es la excusa, el palangrismo periodístico está presente en las grandes cadenas de información en el mundo.
El odio es un sentimiento que de manera intrínseca está en los seres humanos y ha sido el causante de numerosas tragedias y persecuciones, especialmente cuando es inducido por motivos ideológicos, económicos, políticos y religiosos.
La justicia es una manera de combatir el odio, y en ocasiones también la guerra, como lo es en el caso de Israel, pues sus enemigos, los mismos que atentaron el 11 de septiembre de 2001 en contra de Estados Unidos son adoctrinados desde la infancia para odiar.
Desde hace unas décadas estamos observando la irradiación de odio desde la extrema izquierda, financiado por pequeñas élites, me refiero a la nueva narrativa de la diversidad de género, el ataque a la familia, la promoción del aborto, la creación de los grupos como los Black Lives Matters, la santificación de la posición de víctima a la causa palestina y el apoyo al terrorismo. ¡Qué viva España, por cierto!
Hay igualmente odio a través del antisemitismo financiado por el Islam radical que se ha colado en cárceles, en países de Europa y América Latina, en sitios donde hay personas de estratos sociales muy bajos. Esos, los desasistidos, son captados por algunos religiosos maléficos quienes les lavan el cerebro a cambio de un pedazo de pan o unos zapatos, por eso vemos a indígenas en Bolivia y en Perú totalmente adoctrinados y a mujeres tapadas con el Burka, algo surrealista.
Cuando convierten al Islam a estos pobres, les venden un cuento de Disney; a las niñas no le dicen que están renunciando a su derecho a manejar, opinar, escoger su vestimenta, ni siquiera pueden elegir un marido, pues ya con 14 años las casan con monstruos de 60. Tampoco les cuentan sobre mutilación genital femenina, práctica presente en casi todos los países musulmanes; de paso Unicef se hace la vista gorda, y mucho menos les explican que ser homosexual es castigado con pena de muerte en el Islam.
La media y las redes, por su parte, se han convertido en promotores del odio, la libertad de expresión es la excusa, el palangrismo periodístico está presente en las grandes cadenas de información en el mundo.
Finalmente, hay una versión antisemita en las universidades en Estados Unidos; hoy ha quedado demostrado que las principales casas de estudio han recibido millones de dólares que no han declarado para comprar conciencias y para que los profesores orienten a sus alumnos con una falsa realidad.
Las dádivas a profesores ya sabemos a cambio de qué son, esta conducta se va a acabar muy pronto porque ya están en la lupa de las agencias federales y los gringos no perdonan.
El odio no está en la mente del israelí, pero si lo fuerzan para hacerlo brotar el mundo va a entender lo que realmente significa la proporcionalidad; ¡dejemos quieto al que está quieto!
Golda Meir decía: “No se puede elegir cómo se va a morir, o cuándo, solo se puede decidir cómo se va a vivir”, y yo agregaría: y vivir sin odio es una elección acertada.